El caso de Reynaldo Naranjo, a quien se le retiró el Premio Nacional de Poesía hasta esclarecer si es culpable o no de delitos aberrantes, muestra que los agresores no quedarán impunes El poeta Paul Verlaine acuñó el término “poetas malditos” para referirse a un grupo de escritores que consideraba maldecidos por la diferencia. Esto es, artistas incomprendidos, subversivos, marginales. Acaso sin quererlo, Verlaine fundaba así dos de los grandes mitos de la literatura contemporánea: el del escritor como outsider –cuya singularidad creadora es impermeable a las convenciones sociales– y, paradójicamente, la de la pandilla salvaje de la literatura, un gremio blindado por su aura creativa y excesiva, que con el tiempo se ha permitido convertir en épica la misoginia. Agrupados bajo el mismo signo, muchos de los “malditos” que les sucedieron se volvieron parte de un círculo de lealtades en el que los actos –creativos o no– de los artistas pasan a formar parte de su leyenda, al mar...