Autora de “Teletrabajo y neurotecnología”, Díaz explica aquí la situación de los millennials frente a los desafíos del mundo laboral en estado de cambio permanente
Es necesario posicionar la discusión sobre el desempleo de la población joven, con miras a mejorar las condiciones y las posibilidades para acceder a un trabajo en buenas condiciones, asegura la autora
Viviana Laura Díaz es abogada, doctora en Derecho del trabajo y autora del libro reciente Teletrabajo y neurotecnología (Editorial Granica)
Desde fines del siglo pasado tanto en EE.UU. como en Europa se desarrollaron teorías y estudios acerca de las características de esta generación, y a pesar de de las diferencias de enfoques y de intereses, los distintos estudios coinciden en atribuir un conjunto de características generales a los millennials, afirmándose que provienen de una niñez con múltiples actividades y horarios, educados en una cultura cliente-proveedor que ha marcado sus vidas y estilos de consumo. Son jóvenes nacidos en un contexto social con muy fuerte presencia de las nuevas TIC, que utilizan los dispositivos productivamente y consideran que las computadoras son un producto tecnológico para trabajar, pero también social, una parte de la vida cotidiana.Les resulta vital esta conectados 24/7 y los medios tecnológicos no son solo un mecanismo de comunicación sino también de socialización.
Desde hace más de una década se señala en la OIT una constante preocupación sobre la necesidad de propiciar trabajo decente para la población joven, resaltando la necesidad de crear mejores condiciones laborales para ese sector; sin embargo, la realidad alcanzada y sus logros son limitados.
El mercado laboral para la población joven se reviste de una mayor cantidad de exigencias, en términos de capacitación, formación, conocimientos, habilidades. Hay, por otra parte, una dura realidad que acompaña, y es la que se observa en los datos de desempleo y limitaciones para acceder a un empleo decente.
Es necesario posicionar la discusión sobre el desempleo de la población joven, con miras a mejorar las condiciones y las posibilidades para acceder a un trabajo en buenas condiciones. Esa investigación debe cruzarse también con la diversidad de desigualdades que atraviesa la condición de juventud, pues el escenario es más adverso cuando se consideran otros factores o características, como son: las de género, las económicas y las capacidades diferenciadas. No es lo mismo ser joven y mujer, ser joven y vivir en condición de pobreza, ser joven y usuario de una silla de ruedas.
Los gobiernos y los actores sociales deben buscar formas de armonizar esta relación mediante propuestas más interesantes y fortaleciendo las estrategias de aprendizaje y continua permanencia, como también planificar nuevas propuestas para el retiro y la jubilación, considerando que será un generación más longeva, y a fin de no repetir las situaciones que hoy padecen las generaciones anteriores. Esta riqueza generacional es un activo importante de las compañías y lógicamente las expectativas de cada generación son muy diferentes, por lo que la variable de esa edad debe gestionarse planificadamente y sin estereotipos.
Los prejuicios sobre la edad se asocian con los jóvenes, pero también con los mayores de 45 años, a quienes se les atribuye falta de flexibilidad, que se agudizan sus problemas de salud, que no están actualizados con la tecnología o que tienen poca iniciativa. En el caso de los menores de 30 años, se piensa que es una experiencia dilatada y que no pueden crear o generar de manera disruptiva proyectos de desarrollo de negocios. Estas creencias no son reales y se generalizan basándose en casos particulares o en intuiciones no sustentadas por evidencias empíricas. Es la hora de gestionar la variable de la edad desde una perspectiva integradora y global que permita desarrollar políticas adaptadas a las diferentes expectativas de cada generación.
(Revista Ñ, Clarín, 12/10/18)